domingo, 23 de octubre de 2016

A History of the World in 10 1/2 Chapters , Julian Barnes


Si algo bueno salió de mi esfuerzo por sacarme la licenciatura de Filología Inglesa a distancia, mientras trabajaba y aunque realmente no la necesitara, fue todos los maravillosos libros que descubrí gracias a las asignaturas de literatura. Este en concreto fue lectura obligada en el último año, y guardaba tan buen recuerdo de él que no he podido evitar releerlo.

A History of the World in 101/2 chapters es una colección de historias que son a a veces sátira, a veces rigurosamente históricas (o eso parece), a veces serias y a veces casi esperpénticas. En diez capítulos y un regalo (porque es más que media historia, es una maravilla), Julian Barnes nos hace un resumen de la historia del mundo recurriendo siempre a pasajes bíblicos y autorreferenciándose a sí mismo (permítaseme el palabro, no sé si existe), de manera que todas las historias están relacionadas y tenemos un sentido de unidad, casi de novela. Empieza con la historia del Arca de Noé, donde ya apunta maneras y hace que se me salten las lágrimas de la risa en un par de párrafos. Según el narrador, cuya identidad estará oculta hasta la última palabra de la historia, la dichosa arca no era una sola embarcación, sino una flotilla, porque ¿a quién se le ocurre pensar siquiera que todos los animales iban a caber en un solo barco? Y lo de llover cuarenta días y cuarenta noches, ¡ja! "Eso sería un típico verano inglés", nos dice el narrador (y aquí suelto yo la carcajada y añado "o vasco", porque tela). Noé y su familia se presentan como una panda de glotones avariciosos y borrachos que se encargan de hacer desaparecer a un montón de criaturas que hoy en día consideramos mitológicas, pero que en realidad terminaron en la cazuela o tirados por la borda, porque a Noé no le gustaba demasiado eso de la mezcla entre razas. Decir que toda la primera historia es una blasfemia divertidísima es quedarme corta.

Hay historias más serias, aunque siempre con toques de humor, que es lo que para mí define a Barnes. Podemos encontrarnos en un crucero que es atacado por un grupo terrorista, o de expedición al monte Ararat en busca del Arca, o la preciosa historia del hundimiento de la embarcación Medusa en las costas senegalesas y la interpretación que de este hecho hace Gerricault. Pero a mí, personalmente, las historias que más me gustan (aparte de la primera, que me parece hilarante) son, primero, el capítulo que le dedica a su mujer y que habla de la función del amor como elemento que define al ser humano (para quien no lo sepa, la mujer de Julian Barnes murió hace unos años y él estuvo muy, muy jodido; en el relato se ve hasta qué punto tuvo que marcarle su muerte); y segundo, su descripción del cielo en la última historia, que, aunque me deja algo inquieta, me parece una mirada tan optimista que me sorprendo a mí misma queriendo que tenga razón. Encaja tan bien con lo que a mí me gustaría creer si creyera en algo que a veces pienso que Julian y yo seríamos grandes amigos, aunque otras veces pienso que estaría tan encandilada con su personalidad, su habilidad para contar cosas y su acento que no podría hacer más que mirarle, embobada.

Hay autores de los que, sencillamente, me leería hasta la lista de la compra, y Barnes es uno de ellos. No hay libro suyo que haya leído que me haya decepcionado, y dudo mucho de que este hombre sea capaz de cagarla al escribir. Que su nombre no suela estar en las quinielas para el Nobel es algo que me aterra; no entiendo cómo, habiendo gente que escribe como él, pueden dárselo a un cantante, por muy de poeta que vaya (pero este es un tema para otro momento). Espero con ansia su nueva novela, que en estos momentos está camino de mi casa pero se ha debido perder en algún rincón. Qué difícil me ponen a veces leer en inglés.


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