domingo, 18 de junio de 2017

Middlesex, Jeffrey Eugenides


Este libro me lo regaló una amiga cuando todavía vivía en Estados Unidos. Me dijo que se lo habían recomendado y que había oído muy buenas críticas de él, que era un premio Pulitzer del que se estaba hablando mucho. Le di las gracias y lo dejé en la estantería, cogiendo polvo, porque en aquel momento la sinopsis no me llamó nada. La primera vez que lo leí fue años más tarde, cuando ya había vuelto a vivir a Vitoria (solo me lo traje conmigo porque era un regalo, a punto estuve de dejarlo atrás). Y me enamoré perdidamente. No del personaje ni del autor: del libro. Porque es una joya como hay pocas.  

Middlesex cuenta la historia de un (una) hermafrodita que va descubriendo su condición a lo largo del libro. Aunque parezca que os acabo de hacer un spoiler como una casa, Eugenides deja clara la premisa desde el primer párrafo del libro, así que no os he destripado nada (mi versión es en inglés y así van las citas, pero creo que se entienden muy bien): 

I was born twice: first, as a baby girl, on a remarkably smogless Detroit day in January of 1960; and then again, as a teenage boy, in an emergency room near Petoskey, Michigan, in August of 1974. Specialized reader may have come across me in Dr. Peter Luce's study, "Gender Identity in 5-Alpha-Reductase Pseudohermaphrodites", published in the Journal of Pediatric Enodcrinology in 1975. Or maybe you've seen my photograph in chapter sixteen of the now sadly outdated Genetics and Heredity. That's me on page 578, standing naked beside a height chart with a black box covering my eyes. 

Solo con este comienzo, que tiene que ser uno de los mejores primeros párrafos en la historia de la literatura, ya nos damos cuenta de que esta no va a ser una historia normal. El dichoso "macguffin" del que hablaba Hitchcock se nos desvela desde el primer momento, y Cal Stephanides lo utiliza para contarnos ya no su historia, sino la de su familia, o más concretamente la del gen que la ha (lo ha) llevado a ser como es. A través de las más de quinientas páginas de la novela, viajaremos a Turquía y Grecia para coger un barco que nos lleve a Detroit. Conoceremos la historia de Desdemona y Lefty Stephanides, de quienes no voy a contar más porque, a pesar de que se desvela al comienzo del libro, me parece la parte más bonita de la historia y prefiero que lo descubráis leyéndola. El gen mutante que arrastra una deficiencia hormonal encontrará a su par recesivo en el matrimonio entre Milton y Tessie, y de esta mezcla explosiva saldrá Calliope, más tarde Cal, que, a sus cuarenta y un años y viviendo ya como hombre en Berlín, se ve con fuerzas de contarnos lo que ha vivido.

Pero lo que me engancha de este libro no es solo la preciosa historia, sino el propio lenguaje que Eugenides emplea para contarla. Tiene una habilidad increíble para que sus descripciones sean casi líricas, pero al mismo tiempo consigue que no entorpezcan la narración. No utiliza un vocabulario rebuscado, no tiene una gramática compleja, y aun así en más de una ocasión he tenido que apartar la vista del libro y soltar un "wow" para mis adentros. (Sí: cuando leo en inglés, mis interjecciones son en inglés. Qué le vamos a hacer.) De esta manera tan preciosísima, por ejemplo, describe el dolor de un personaje al perder a su marido:

(...) Then she undressed. She took off her black dress and hung it in the garment bag full of mothballs. She returned her shoes to the box from Penney's. After putting on her nightgown, she rinsed out her panty hose in the bathroom and hung them over the shower rod. And then, even though it was only three in the afternoon, she got into bed. For the next ten years, except for a bath every Friday, she never got out again. 
El mejor ejemplo de "show, don't tell" que he leído nunca.

Otra de las cosas que me encantan de este libro es la habilidad que tiene para contar aspectos de la vida de una chica adolescente. Eugenides logra que su personaje describa con detalles precisos cómo es crecer siendo chica, desde los complejos que tiene una adolescente a los trucos para ponerte un sujetador sin quitarte la camiseta (o cómo vas dejando pelos por toda la casa cuando tienes una melena larga, que me hizo muchísima gracia). A pesar de que la historia que cuenta tiene más de drama que de comedia, también consigue hacerte sonreír con determinados pasajes, y muchos de los personajes recuerdan un poco a los de "Mi gran boda griega" y su humor casi surrealista. Y además de todo esto, trata temas como la inmigración, la asimilación de las primeras generaciones, qué significa ser americano o con qué país se identifican los hijos de inmigrantes. (Hay más temas, pero dan para una tesis. Leedlo. Por favor.)

La historia es tan intensa que el final resulta casi decepcionante, porque termina en calma en contraste con la explosión constante que ha sido el resto del libro. Es cierto que la primera vez que lo leí me quedé un poco extrañada y me dio la sensación de que faltaba algo, pero tras dos relecturas más (¿os he dicho que me encanta este libro?) empiezo a pensar que Eugenides lo hizo a propósito. La historia de Calliope/Cal deja de tener importancia cuando logra una estabilidad. Cuando por fin hace las paces consigo misma/o, el relato ha terminado, ha llegado la calma. Y eso es lo que reflejan las últimas páginas del libro. 

En resumen: una maravilla. Un libro espectacular con una trama compleja y una forma de narrar que debería ser modelo en las universidades (que seguro que lo es ya). Con este libro me hice fan de Eugenides y he leído todo lo que ha escrito; aunque no se puede negar que es un maestro en lo que hace, nada de lo que ha escrito después llega a la altura de esta novela. Solo Las vírgenes suicidas llega a acercársele, pero ese es anterior (creo). Y ni aún así. 

No sé qué hacéis que no lo estáis leyendo ya. 

martes, 6 de junio de 2017

Saga Dos amigas, Elena Ferrante


Lo reconozco: a veces me dejo engatusar por las modas y los best-sellers. A veces pico, sí, y me salto mi estricta norma de "máximo diez euros por libro" que me ayuda a llegar a fin de mes cuando arramblo con media docena de libros en la librería, y termino cediendo y gastando veinte eurazos en un libro nuevo porque es lo que todo el mundo está leyendo y yo también quiero opinar sobre él. Cuando hago eso, la suerte puede variar: a veces acierto, a veces no. Con la saga Dos amigas creo que es justo decir que he acertado a medias. 

En estos cuatro libros, la escritora que se oculta tras el pseudónimo de Elena Ferrante nos cuenta la historia de Lenù (Elena Greco) y Lila (Rafaella Cerullo), dos niñas nacidas en los cuarenta en un barrio de Nápoles, desde el punto de vista en primera persona de Lenú. Las conocemos de niñas y seguimos sus juegos desde el momento en el que Lila tira la muñeca de Lenù al patio de don Achille, un hombre con fama de avaro, ogro y poco menos que un monstruo. Las dos van a la casa de ese hombre que tanto miedo les da a recuperar sus muñecas, pero parecen haber desaparecido. Don Achille les da dinero para que se compren otras muñecas; en su lugar, Lenù y Lila se compran un libro: Mujercitas. El sueño de ambas es convertirse en escritoras y vivir de lo que escriben. 

Sin embargo, las dos recorrerán caminos muy distintos, aun sin salir del barrio. La maestra de la escuela en la que las dos destacan quiere que estudien y trata de convencer a las familias de ambas de que las mantengan en la escuela; con Lenù lo consigue, pero con Lila no, a pesar de que Lenù está segura de que la lista es su amiga. Para Lenù, Lila es capaz de hacer todo mejor que ella, casi sin proponérselo, pero la propia Lila parece pensar de otra manera, aunque nunca conseguiremos entrar en su cabeza. La conocemos a ella y a todos los personajes de sus vidas a través de los ojos de Lenù, que, por supuesto, cumple su sueño de ser escritora (y, claro, termina escribiendo el libro que tenemos entre manos).

La relación de ambas es lo que guía las cuatro novelas, con resultados diferentes en cada una de ellas. He de reconocer que La amiga estupenda me gustó mucho y me cautivó lo suficiente para salir corriendo a comprar la segunda, y Un mal nombre tuvo un efecto muy parecido. Su estilo, su manera de escribir, las descripciones y la forma de presentar un entorno que tan pocas veces vemos en la literatura contemporánea me hechizaron desde el primer momento. Algunas de las imágenes que utiliza, sus descripciones, me parecieron sublimes, y me arrepentí de no haber leído estos dos libros con un lápiz para subrayar mis trozos favoritos, como hago a veces. Me vi identificada en muchas de las cosas que la Lenù adolescente pensaba y hacía. 

Pero tanto Las deudas del cuerpo como La niña perdida me parecieron bastante más simples, peor escritas. O quizás fue que estaba empalagada de la atmósfera (aunque no las leí seguidas, precisamente para evitar hartarme), que el estilo de Ferrante engatusa en la primera lectura pero luego destiñe, o que, sencillamente, me apetecía cambiar de libro y no lo hice por terminar la saga. Lo que sí sé es que empecé a enfadarme con la protagonista. Lenù empezó a actuar de forma que no tenía sentido con el personaje que yo me había creado en la cabeza, o es que quizás hasta ese momento había empatizado tanto con ella que no entendí sus actos porque yo no lo hubiera hecho así (me pasa a menudo). Lo cierto es que no me pesó despedirme de ellas y cerré el libro con alivio al darme cuenta de que no había más, porque soy de las que no pueden dejar un libro a medias... y una saga tampoco, aunque ya decaiga.

Otro de los detalles que termina chirriando en los dos últimos libros es el repentino deseo de mostrar la sociedad italiana desde todos los puntos de vista, algo que en los dos primeros no pasa. No me refiero a que no deba hacerlo porque no pega con la historia, ni mucho menos, sino que pasa de describir un mundo muy cerrado, muy reducido, a querer abarcar todos los males de Italia en los dos últimos tomos. Claro que en estos dos libros las protagonistas ya son adultas y les afecta más lo que pasa a su alrededor, por lo tanto no deja de tener sentido. Pero como lectora me descolocó bastante, porque hasta entonces no había sido más que un folletín muy bien escrito y de repente se convirtió casi en un panfleto político. 

En resumen: no es para tanto. Son libros bien escritos que cuentan muy bien una historia muy bonita, pero ya. La solapa que recubre los libros anuncia la saga como un clásico moderno, y tampoco es eso. He leído libros mucho mejores que no han recibido ni una mínima parte del bombo que ha recibido este. Pero ya se sabe que una buena campaña y la publicidad hacen milagros...