martes, 24 de enero de 2017

Never Let Me Go (Nunca me abandones), Kazuo Ishiguro


Decir en enero que un libro es el mejor que llevo leído en lo que va de año puede sonar a broma, pero es que me he quedado tan enamorada de esta novela que dudo que vaya a leer muchas más de esta calidad (ya no pido ni que sean mejores, con que se le parezcan me vale). Este es otro libro que cogí sin leer la sinopsis trasera, solo porque me encantó The Remains of the Day (el libro en el que está basada la película Lo que queda del día, con Anthony Hopkins y Emma Thompson) y, al ver el nombre de su autor, lo cogí sin pensar. Creo que a partir de ahora voy a hacer más esto, porque lo cierto es que llevo unos cuantos aciertos que no hubieran sido tales si llego a fiarme de mis gustos.

Nunca me abandones se puede resumir como un libro de recuerdos. Una mujer de treinta años, Kathy, empieza a hablarnos de su pasado en lo que al principio parece un internado y luego nos hace pensar en un orfanato; menciona nombres, eventos, situaciones que ella trata con normalidad pero que a ti te suena extrañas y llegas a pensar que son costumbres británicas que no conoces. Pronto te das cuenta, sin embargo, que lo que tienes delante no es ni mucho menos una novela de costumbres, sino una distopía muy desagradable que Kathy desvela como si fuera lo más normal del mundo. Y es que, claro está, ella habla de su vida, y en su vida todo eso es normal. No desvelo más por no cargarme la sorpresa, porque realmente merece ser descubierta.

Sin embargo, y por mucha distopía que valga, esta novela es, ante todo, una historia de amor, igual que The Remains of the Day (que tratará muy bien otros temas, describe muy bien su entorno y lo que quieras, pero el "macguffin" es la relación entre los protagonistas). Hasta bien entrada la novela no te das cuenta realmente de qué está pasando, de qué te están hablando, y de repente te das cuenta de lo que se avecina, de cómo va a acabar, y te pasas medio libro temiendo terminarlo porque te da miedo acertar y a la vez no puedes dejarlo porque qué bonito es lo que te están contando y cómo lo están contando. Kathy lo narra todo de forma lineal, pero de vez en cuando se detiene y te explica algo que ocurrió dos semanas antes para que puedas entender lo que viene a continuación, o te adelanta información de algo que no ocurrirá hasta mucho más tarde. Ishiguro lo hace de manera que no te das cuenta y es imposible perderte, y le da un toque muy realista a las memorias de su protagonista.

En cuanto termino un libro tengo muy claro si lo voy a guardar en la pila de "relecturas futuras" o en la de "donar o regalar" (que no está necesariamente compuesta de libros malos, sino de libros que "meh", no me han dejado poso). Huelga decir que este ha ido al primer montón, y que su relectura va a ser mucho más inmediata que la de otros libros vecinos. Ishiguro ya era de mis escritores favoritos, pero sinceramente creo que con esta novela se ha superado a sí mismo. 

viernes, 6 de enero de 2017

Cielos de barro, Dulce Chacón


No sé qué me pasa últimamente cuando compro libros, pero a juzgar por las sorpresas que me llevo cuando empiezo a leerlos cualquiera diría que me han tocado en una tómbola en lugar de escogerlos yo. Dos he dejado ya en la estantería pensando "¿qué demonios es esto y por qué lo compré?", y el de Dulce Chacón fue casi el tercero. ¿Un libro sobre la Guerra Civil española? No puede ser, me dije, si no hay tema que más aburrida me tenga y que más evite (por empacho, porque anda que no está pesadito el mundo editorial con ese tema). ¿Me molesté siquiera en leer la contraportada cuando cayó en mis manos? Obviamente no. Creo recordar que iba buscando libros escritos por mujeres, a poder ser españolas, y fue este el que escogí. Oh, well, me dije, vamos a darle una oportunidad. Y no os hacéis una idea de cuánto me alegro.

He de confesar algo que me avergüenza mucho: hasta este libro, no había leído nada de Dulce Chacón. Ni siquiera sabía quién era, ni de dónde, ni de qué pie cojeaba. Después de Cielos de barro, sin embargo, creo que se va a convertir en una de mis escritoras de cabecera. Su manera de contar me enganchó desde la primera página, y su agilidad para combinar dos estilos muy distintos me hipnotizó. Me arrepiento de no haberlo leído con boli y papel a mano, porque esta novela tiene mucho de lo que se puede aprender a la hora de escribir. Va a haber que leerla otra vez.

Cielos de barro empieza con un asesinato. Desde el primer capítulo sabemos que alguien ha matado a alguien, pero, aunque se nos dan los nombres de las víctimas y de los sospechosos, no conseguimos situarnos en la historia. Un policía va al pueblo donde ha ocurrido el asesinato y se pone a hablar con un lugareño ya entrado en años. El hombre empieza a hablarle, sin mucho orden, de la familia a la que pertenecen las víctimas; solo oímos su voz, aunque sabemos que es una conversación por más que el diálogo sea solo de un lado. No sabemos ni qué año ni qué pueblo es, pero lo que el hombre cuenta ya nos interesa. Las víctimas son los señoritos del pueblo; el primer sospechoso, el niño al que se llevaron secuestrado cuando era apenas un niño y que nunca volvió a ver a su familia ni a pisar el pueblo.

El siguiente capítulo, sin embargo, no va de mano del señor Antonio, sino de un narrador omnisciente que nos cuenta la vida de la familia más importante del pueblo. Los capítulos omniscientes y la historia del señor Antonio se van intercalando para darnos una visión de lo sucedido, pero es una visión sesgada y compleja porque no hay señales temporales. Hasta bien entrado el libro no nos damos cuenta (o al menos yo, que igual soy un poco lenta) de que las dos narraciones no son paralelas, que lo que cuentan uno y otro es parte de la misma historia pero no está ordenado. Y Chacón lo hace de tal manera que algo que tenía que ser incomprensible se entiende perfectamente, sobre todo al final, cuando todas las piezas del puzzle encajan y te das cuenta de la pedazo de historia que te ha contado. Una saga familiar con final inesperado.

Para mí, la protagonista absoluta de esta historia es la estructura, que Chacón maneja con maestría. Como alguien a quien le gusta escribir, me pregunto cuántas revisiones tuvo que darle a esta novela, cuántos apuntes al margen, cuántos cuadernos llenos de notas necesitó. Cambios de tiempo, personajes que se llaman igual pero no son los mismos, esa manera de engañar al lector sin engañarlo realmente... Me ha fascinado. Y luego está el lenguaje, elevado sin ser pedante, sin un adjetivo de más, que te dice las cosas tal y como son pero te deja margen para imaginarte cualquier otra. Maravilloso.

Todo lo que pueda decir de esta novela se queda corto. De momento, lo que tengo claro es que necesito leerla otra vez, pero ahora sí, con un cuaderno en la mano para aprender de esta pedazo de maestra, porque tiene mucho que enseñar. Empiezo a hacerme la lista de libros del año y su nombre destaca sobre todos los demás. Va a ser un año muy Dulce, me temo.

(Feliz día de Reyes a los que lo celebréis. Y feliz año, aunque ya voy tarde.)