lunes, 28 de marzo de 2016

Guerra y paz, Lev Tolstói


No me preguntéis por qué tenía este libro en casa, pero lo cierto es que allí estaba, entre los libros que aparto porque aún no los he leído. Hacía mucho tiempo que no leía en castellano, todo lo que pillo últimamente es en euskera y en inglés, así que me dije venga, vamos a hincarle el diente a una obra universal. 1.200 páginas de obra universal, sí, pero ¿quién dijo miedo?

Lo primero que me viene a la cabeza sobre este libro es una compleja diatriba sobre lo que consideramos obra universal. Cuando un libro trata "temas de mujeres", o sea, la vida hogareña, o sus aficiones, o sus desgracias, la consideramos "literatura de mujeres". Jane Austen y compañía son de las pocas que han logrado escapar de esta etiqueta, y junto con George Elliot o las Brönte se ha colado en lo que llamamos "el canon". Toni Morrison podría ser un ejemplo más moderno, o la mismísima Alice Munro, pero el resto de mujeres que escriben sobre mujeres están en el saco de "literatura de mujeres". Sin embargo, no he oído hablar nunca sobre "literatura de hombres". Cuando un libro tiene protagonistas masculinos, se le considera "literatura para todos", y si ese libro destaca de alguna forma ya es "literatura universal". Claro, durante siglos el canon lo han puesto los hombres, no hay de qué extrañarse, pero esa división entre literatura femenina y universal sigue existiendo. Lo que ellos consideran "universal" tiene que serlo también para nosotras, pero Cumbres Borrascosas es considerada por muchos (y muchas) una novela rosa, solo porque no hay guerras y se pronuncian las palabras "te quiero" de vez en cuando.

Podría seguir hablando de este tema durante horas, pero me voy a centrar en Guerra y Paz, que para eso he venido. Vaya por delante que yo no tengo ni idea de la historia de Rusia, o de las guerras napoleónicas, o de la corte rusa a principios de 1800, por lo que la mayor parte de la información que este libro me ha dado (que casi se lee como un libro de historia) se me ha escapado entre nombres extraños con los que me bombardeaba en cada página. Resumiendo mucho mi opinión y simplicándola en extremo, este libro me ha parecido una "pito-party". Un libro en el que hombres muy machos y valientes parten a la guerra, no tienen miedo de nada, ridiculizan a las mujeres por pasearse entre salones y ser falsas las unas con las otras (pero luego ellos son más falsos que ninguna), lanzan frases lapidarias y muy misóginas contra todo el género femenino, y dan solo por buenos los años pasados en la batalla. Pasan frío, pasan hambre, se debaten entre la vida y la muerte, pero se sienten vivos, han hecho algo útil, han sido hombres y no meras sombras. Por un lado no me extraña, porque todos los personajes son de la alta burguesía rusa y lo único que hacen es dar fiestas y pasearse por los salones, pero me repele esa imagen romántica de la guerra como un lugar en el que se alcanzan destinos y se logra la madurez. Después de haber leído literatura sobre la primera y segunda guerras mundiales, en la que se dejó de lado el romanticismo para centrarse en la crudeza y brutalidad de la guerra, la carrera del principe Andréi con la bandera del batallón hacia el ejército francés me ha parecido muy peliculera, sí, pero una mera fantasmada. Esto en una obra que se supone, por su estilo y época en la que fue escrita, una rendición realista de la vida. Será que no me van mucho las novelas bélicas, porque de esta me ha sobrado más de una escena y más de dos sobre las andanzas del conde Rostov y el príncipe Andréi.

Más me ha gustado (quizás porque soy mujer, quizás porque estoy más acostumbrada, quizás porque me hacían gracia) las intrigas de los salones, los enamoramientos y desenamoramientos de unos y otras, aunque no me ha gustado el final. Hay que saber viajar en el tiempo cuando se lee, y entiendo perfectamente lo de los matrimonios por conveniencia, pero me ha parecido un final demasiado redondo -y brusco- para todas las vueltas que se le había dado a la historia de Natasha con el príncipe Andréi y Pierre, por no hablar del repentino enamoramiento de Nikolai con María y la abnegación de la buena de Sonia, que por ser pobre no merece ser querida a pesar de todas las promesas que se le han hecho. Pero bueno, esto como en cualquier otro libro, donde puedes estar o no de acuerdo con las opciones que ha tomado el autor. Sin importancia, vaya.

¿En resumen? Un libro que relata las hazañas de unos señoritos que se creen muy machos, pero que en realidad nunca han estado en la primera línea de combate porque eso se deja al pueblo llano. Damas melifluas que dependen de la opinión de sus maridos para todo (cuando no son harpías, como Hélène, que muere de complicaciones en el parto de un hijo bastardo que nace muerto, castigo merecido a una mujer que le es infiel a su marido); hombres que odian a esas mujeres, a no ser que sean especialmente bondadosas, o divertidas, o ricas herederas; frío, pero siempre para los pobres, igual que el hambre y las necesidades. Y un Moscú que, eso sí, me quedo con ganas de ver, pero en verano, que no está mi cuerpo para aguantar veinte grados bajo cero.

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