miércoles, 27 de julio de 2011

Dublinés, Alfonso Zapico



Este verano estoy descubriendo un género que nunca había leído: las novelas gráficas. Nunca me lo he tomado en serio, quizás porque siempre lo he relacionado con los cómics que leía de pequeña y cuando veía viñetas me acordaba de Mortadelo y Filemón. Ahora me ha dado por ahí, y, aprovechando que al lado de mi casa hay una estupenda librería dedicada a cómics y novelas no tan conocidas, el otro día cayeron en mis manos unos cuantos ejemplares. Entre ellos, este: Dublinés, o la autobiografía de James Joyce contada con viñetas.

Mi relación con Joyce es una de amor y odio en la que poco a poco va imperando el amor. El año pasado me tuve que leer A Portrait of the Artist as a Young Man como parte de las lecturas obligatorias de una asignatura. Cometí el error de lanzarme a ello antes de saber nada sobre Joyce, así que no entendí nada. Me pareció, no solo un coñazo, sino un ejercicio de autoadoración que daba náuseas. Para quien no lo sepa, ese libro habla de la juventud de Joyce antes de que empezara a escribir; está escrito mucho antes del Ulysses de marras, cuando aún no tenía nada publicado (creo). Artista, se hacía llamar, y no había escrito más que algunos artículos. Me cayó de pena el hombrecillo. Y cuando me hicieron leer un capítulo de Ulyssess (de nuevo, sin contexto, sin historia, sin nada), le odié más aún.

Pero este año he leído Dubliners y he conseguido hacer las paces con él. No solo las paces: soy una de sus más fervientes defensoras cuando el viento sopla en la dirección adecuada. Ese libro me ha dejado marcada. Creo que jamás había leído nada que me dejara imágenes tan nítidas de las escenas del libro. Es insuperable, el mejor libro de cuentos que he leído en mi vida. Ni una palabra rara, ni un experimento verbal, nada. Economía lingüística insuperable. Palabras que dan en el clavo. Por supuesto, este libro me lo he leído después de estudiar a Joyce en literatura irlandesa, así que he pillado cosas que de otra manera se me habrían escapado (y hubiera sido una pena).

Por eso, cuando me enteré de la existencia de Dublinés, supe que tenía que tenerlo. Lo leí con ansiedad, queriendo saber más de Joyce. Al principio, lo único que el libro consiguió fue que volviera a odiarle -qué creído era el tío, madre, egoísta, ególatra, gorrón-, pero poco a poco, a través de sus excentricidades, se vislumbra un Joyce mucho más humano, frustrado por un país, el suyo, al que adora pero al que no puede soportar. Según el cómic, llegó a acusársele de anti-semita cuando empezó la Segunda Guerra Mundial; quizás su amistad con Ezra Pound tuviera algo que ver, conocido fascista que era (aparte de incomprensible poeta, pero eso ya es otra historia). Como respuesta, Joyce tiró de los cables que pudo para poner a salvo a todos sus amigos judíos, que eran unos cuantos. Su mejor amigo, sin embargo, murió en un campo de concentración, aunque fue después de que el propio Joyce muriera, así que se ahorró el disgusto. Alcohólico, truhán, jeta, gorrón... Hay muchas cosas que se pueden decir de Joyce. Pero creo que no se le puede negar, también, que era un puto genio. Tanto como él creía serlo.

Por lo que he oído, Dublinés está bien documentado y una se puede fiar de su veracidad. Espero que sea así; me ha acercado mucho a la vida de uno de los genios más importantes del siglo veinte. Y me ha dado unas ganas terribles de leer Ulyssess (como lo oís), aunque me temo que va a ser una de esas cosas que una pone en la lista de "cosas que hacer antes de morir: -ver la muralla china, -leer Ulyssess, -conocer a Alan Rickman".

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