Mostrando entradas con la etiqueta félix j. palma. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta félix j. palma. Mostrar todas las entradas

sábado, 9 de enero de 2010

El mapa del tiempo, Félix J. Palma


La crítica de este libro puede ser tan corta como lo siguiente: es el peor libro que recuerdo haber leído. Así de sencillo. Sin eufemismos, sin medias tintas. Lo he odiado desde la primera página. Pero lo he leído. Sí, lo he leído.

Todo el mundo me pregunta por qué hago eso, cómo lo consigo. “Si no te gusta, déjalo”, me dicen, pero no puedo. Primero, porque soy hija de mi madre y me duele gastarme 22 euros en un libro que no voy a leer. Segundo, porque creo que Stephen King tiene razón cuando dice que de un mal libro se pueden aprender muchas cosas. De este libro he aprendido mucho. He aprendido todo lo que no se debe hacer en una novela de más de seiscientas páginas.

Y como hay tantas cosas que no me han gustado y no quiero eternizarme en un libro que recomiendo no compre nadie, voy a hacer una lista que resuma los puntos más importantes:

1. La cubierta de un libro no debe mentir. Lo compré precisamente porque me atraía lo que decía la contraportada, un libro sobre viajes en el tiempo y huidas a través de los siglos de un escritor que me ha tocado leer este año. Los únicos viajes temporales reales se dan en las últimas 50 páginas. El resto sobra.

2. No hace falta acompañar cada nombre con un adjetivo. De verdad. La frase no queda más bonita, ni dice más. Cansa. Agota.

3. Una frase nunca, nunca, debería ocupar más de dos o tres líneas, jamás dos páginas enteras. Eso pertenece a otro siglo, a otros lectores, a otro mundo.

4. Si estás describiendo una acción, no la pares para contarme lo que está pensando el protagonista y aprovechar para meterme un flashback que interrumpa el presente. De verdad, no me importa esperar para saber que de pequeño se rompió el brazo. Quiero saber qué pasa ahora. Ya.

5. No me hace falta saber el pasado de todos y cada uno de los personajes que habitan la novela. Ese “extra” que pasa por la calle es sólo eso, un extra, no me importa que su nieta muriera de escarlatina hace cuatro años y que piensa en ella cada vez que enciende los faroles.

6. No me presentes a cada personaje con cuatro páginas de historia previa, por favor. No me hace falta saberlo todo sobre él.

7. Si no se te da bien escribir en primera persona, no escribas cartas que hablen en tercera. No escribas cartas, punto.

8. Varias veces durante el libro, un personaje le cuenta a otro algo que el lector ya sabe porque ha ocurrido varias páginas antes. Con un breve “le contó lo sucedido” hubiera bastado, no me hacía falta leerlo otra vez. Bastante difícil fue la primera.

9. Un narrador omnisciente no es una persona, si acaso sería un ente más cercano a un dios que a un personaje. No vale decir “yo, que todo lo veo” varias veces en cada página. No hay un yo omnisciente. No es un personaje. Repito, no es un personaje.

10. El libro está ambientado en el Londres de finales del siglo XIX. Todos los personajes son ingleses, con nombres ingleses, ninguno ha salido de la isla, por tanto se supone que, aunque el libro esté escrito en castellano, debemos imaginar que entre ellos hablan en inglés. Entonces, ¿cómo leches van a pasar de un trato de usted a un tuteo? El inglés no tiene usted. Es un atentado contra la credibilidad de la obra.

11. No me hagas un resumen al final del libro. No me digas cómo se supone que he tenido que leerlo, no me digas lo que he tenido que entender. Soy yo quien lee el libro y saca sus propias conclusiones, no eres nadie para indicarme lo que debo entender.

12. No te metas con Henry James. Tú no. Cualquier otro, pudiera ser, pero tú no. No eres quién ni para mencionar su nombre sin sonrojarte.

13. No estás escribiendo un libro de historia. No me cuentes cada fecha de cada invento o de cada libro publicado en el siglo. Bastante pesado se hace ya seguirte.

14. “Traímos” no es una palabra, la conjugación correcta es “trajimos”. Ya sé que esto no es culpa del autor, pero es la gota que colma el vaso.

Lo peor es que este libro ha vendido más de 25.000 copias (lo que no significa que le haya gustado a nadie, yo también lo compré) y está traducido, o lo va a ser en breve, a no sé cuántos idiomas. De verdad, en comparación, “El código Da Vinci” es una obra de arte. Huid de él en las librerías.