Hacía mucho tiempo que no leía en castellano, desde julio más o menos. Al estar estudiando filología inglesa, una tiene siempre una lista de clásicos ingleses a los que echar mano, o colocados en su lista de "próximas lecturas" a las que te agarras cuando llegan temporadas en las que puedes leer a placer. Luego está mi obsesión por según qué autores contemporáneos anglosajones, cuyos libros tengo que leer sí o sí en cuanto salgan (Zadie Smith o Elizabeth George han sacado libro nuevo este año), y por supuesto los leo en versión original. Y también está mi nueva afición a leer en euskera, que falta me hacía y a lo que ahora le he cogido tal gusto que no doy abasto con los nuevos títulos. Pero yo creo que lo que más me aleja de los libros en castellano es la falta de información sobre las nuevas obras que van saliendo. Me paseo por la librería y no encuentro nada que me llame la atención, nada que se salga de las listas de bestsellers o de los clásicos más clásicos. Me da mucha pereza rebuscar entre la literatura en castellano en busca de un buen fichaje. Me cuesta mucho.
Por eso aprovecho mi viaje anual a la Semana Negra de Gijón para hacer acopio de recomendaciones. Me encanta la novela negra, y creo que la novela negra española es de muy buena calidad (si nos salimos de los bestsellers, porque vaya porquerías he leído "traducidas a veinte idiomas"). Todos los años me acerco a la librería de Negra y Criminal para hablar con los libreros y escuchar sus recomendaciones, y, después de media hora larga charlando con ellos, me voy con media docena de libros que voy devorando despacito a lo largo del año.
Estas vacaciones le ha tocado el turno a La playa de los ahogados, y vaya acierto. Sólo se me ocurren cosas buenas que decir de este libro, tantas que va a parecer que estoy intentando venderlo o que conozco de algo al autor, porque me ha encantado. Empezando por el hecho de que está situado en Galicia, algo inusual porque parece que si no hay ciudad grande de por medio, no hay delito. Domingo Villar nos lleva a pasear por Vigo y Paxón de mano de Leo Caldas, un gallego muy gallego, y su ayudante Rafael Estévez, un maño muy maño y que no termina de entender a los gallegos. Villar se lo pasa pipa con la combinación de la pareja protagonista y aprovecha al máximo las diferencias culturales; Estévez se desespera cada vez que intenta sacar una respuesta directa de un lugareño y solo consigue más preguntas. Esta habilidad para reírse de los gallegos y el humor fino que destilan entre ambos hace muy amena la lectura, aparte de todo lo que tiene que aportar el caso, que es mucho.
El caso. El caso es lo mejor del libro. Un marinero ha aparecido ahogado en la playa, con las manos atadas, lo que hace sospechar de un suicidio si no fuera por cómo está atada la brida que le sujeta las manos. Poco a poco va saliendo el pasado del pescador, y el inspector Caldas se da cuenta de que detrás de una supuesta vida tranquila en un pueblo pequeño se ocultan secretos convertidos en fantasmas que son capaces de matar a una persona. La historia se desarrolla con tranquilidad, sin saltos, poniendo todas las pistas al alcance del lector o lectora pero de manera que es casi imposible descubrir al asesino hasta las últimas páginas. No hay brincos, no hay giros demasiado inesperados, no hay un "Deux es machina" que nos haga fruncir el ceño y pensar "eso es trampa". Todo muy bien hilvanado, todo muy bien presentado. Si acaso un pequeño detalle al final (que no voy a desvelar porque quiero que la leáis) que me hizo pensar que o bien el inspector Caldas era un poco tonto, o Villar cree que los lectores y lectoras lo son. Pero esa soy yo, quizás a los demás no os importe tanto.
En resumen: un pedazo de libro que deja muy buen regusto y que recomiendo a cualquier amante de la novela negra. Yo ya estoy buscando el libro anterior de la serie, porque necesito más aventuras de Caldas y Estevez. Son un poco adictivos, casi tanto como los cigarros que Caldas fuma sin parar y el vino blanco que degusta casi en cada página. Un guilty pleasure como la copa de un pino.
martes, 7 de enero de 2014
sábado, 4 de enero de 2014
Just One Evil Act, Elizabeth George
Vuelvo a este blog después de muchos, muchos meses, como si de una resolución de año nuevo se tratara (y algo de eso hay, para qué engañarnos). No he dejado de leer, sólo he dejado de contar cosas sobre los libros que leo por razones múltiples. Puedo echarle la culpa a la falta de tiempo, a la falta de libros interesantes, a la falta de inspiración... Pero al final del día lo que cuenta son las ganas que una tiene de hacer las cosas, y seamos sinceras: no he tenido muchas ganas de hacer reseñas. A ver si el 2014 me trae algo más de potencia y puedo poner esto al día.
Empiezo el año con mi querida Elizabeth George y su nuevo libro de misterio Just One Evil Act. En éste se continúa la historia que apenas se menciona en el libro anterior, cuando Barbara Havers vuelve a casa y se encuentra con que su vecina Haddiyah, una niña de nueve años, ha sido "secuestrada" por su madre para desesperación de su padre, el hombre que la ha criado durante el tiempo que su mujer se marchó y dejó a su familia por otro hombre. Taymullah Azhar no tiene derechos sobre la pequeña porque su nombre no está en la partida de nacimiento como castigo por no haberse querido divorciar de su primera mujer para casarse con Angelina, su nueva pareja, y ni Havers ni el inspector Linley podrán hacer nada por encontrar a su hija. Pero Barbara no se da por vencida, porque entonces no sería Barbara, y acompaña a Azhar a un detective privado para que consiga encontrar a su hija en cualquier lugar del mundo. Lo que Barbara no sabe es que no todos los detectives son de fiar, y un padre desesperado puede llegar a hacer cosas desesperadas.
No quiero destripar demasiado el argumento de la novela, porque, como en todas las novelas de misterio, lo mejor es ir descubriendo paso a paso lo que ocurre en la historia. Solo diré que Haddiyah es localizada, pero no en el Reino Unido sino en Italia, y su presencia allí se hace sabida cuando la madre acusa a Azhar del secuestro de su pequeña (otra vez, sí, pero esta vez se la han quitado a la madre). A partir de ahí, una larga lista de sucesos llenan las setecientas páginas del libro, con viajes desesperados a Italia de un padre acongojado, una Barbara medio enloquecida que cabrea a todos sus superiores y no escucha razones y un Linley resignado a quien no le queda otra que acudir a Italia a poner en marcha sus dotes lingüísticas (¿conocéis a algún lord inglés que hable italiano? Yo tampoco, pero en el mundo de Elizabeth George debe ser muy normal). Todo muy en la línea de George, con la diferencia de que la mitad del libro está situado en Lucca, Italia.
El libro, como todos los de esta autora, es más que aceptable en su función de libro de descanso y encefalograma plano, y lo recomiendo a todos aquellos a quien les apetezca desconectar de la vida real con un libro de misterio. Yo lo empecé emocionada porque la protagonista iba a ser Barbara Havers, mi personaje favorito de la serie por irreverente y descarada, pero pronto me encontré a mí misma gritándole al libro cada vez que aparecía en sus páginas. ¿Os imagináis a una agente de Scotland Yard dejando su trabajo para ir a investigar una desaparición por su cuenta? ¿Qué pasaría en la vida real si una persona dejara su trabajo sin consultar a sus jefes y se fuera a Italia a trabajar en un caso, mintiendo y diciendo que va en nombre de Scotland Yard? Estaba acostumbrada a que Thomas Linley le sacara las castañas del fuego y diera la cara por ella, pero precisamente Linley es el último en enterarse de lo que Havers trama (veintipico libros tiene la serie y Havers no ha aprendido todavía que la única persona en el mundo de quien se puede fiar es Linley), y el resto de cabezas pensantes terminan [spoiler ahead] perdonando las irreverencias y las salidas de tono de una Havers que ha perdido la cabeza y el control de sus actos. La mujer llega al punto de contactar a un periodista de prensa amarillista para que saque la noticia del secuestro de Haddiyah y esto, a la larga, se le escapa de las manos y termina como una espada de Damocles sobre su cabeza. Pero al final todo le sale bien. Porque es Barbara Havers y, seamos sinceros, es la favorita de George tanto como lo es mía.
Como digo, buena lectura vacacional, buena manera de desconectar y volver al mundo de las reseñas. Pero el libro tiene un gazapo muy gordo y no he podido disfrutar de él todo lo que me hubiera gustado por fijarme en él todo el rato: a George no le han debido informar de que los ciudadanos europeos no necesitan pasaporte para viajar por Europa. No sé en cuántos momentos se menciona la retirada del pasaporte para impedir viajar a un sospechoso. Este fallo, viniendo como viene de una escritora superventas, me parece garrafal. Con todo lo que me gusta, colleja para usted, señora George.
Empiezo el año con mi querida Elizabeth George y su nuevo libro de misterio Just One Evil Act. En éste se continúa la historia que apenas se menciona en el libro anterior, cuando Barbara Havers vuelve a casa y se encuentra con que su vecina Haddiyah, una niña de nueve años, ha sido "secuestrada" por su madre para desesperación de su padre, el hombre que la ha criado durante el tiempo que su mujer se marchó y dejó a su familia por otro hombre. Taymullah Azhar no tiene derechos sobre la pequeña porque su nombre no está en la partida de nacimiento como castigo por no haberse querido divorciar de su primera mujer para casarse con Angelina, su nueva pareja, y ni Havers ni el inspector Linley podrán hacer nada por encontrar a su hija. Pero Barbara no se da por vencida, porque entonces no sería Barbara, y acompaña a Azhar a un detective privado para que consiga encontrar a su hija en cualquier lugar del mundo. Lo que Barbara no sabe es que no todos los detectives son de fiar, y un padre desesperado puede llegar a hacer cosas desesperadas.
No quiero destripar demasiado el argumento de la novela, porque, como en todas las novelas de misterio, lo mejor es ir descubriendo paso a paso lo que ocurre en la historia. Solo diré que Haddiyah es localizada, pero no en el Reino Unido sino en Italia, y su presencia allí se hace sabida cuando la madre acusa a Azhar del secuestro de su pequeña (otra vez, sí, pero esta vez se la han quitado a la madre). A partir de ahí, una larga lista de sucesos llenan las setecientas páginas del libro, con viajes desesperados a Italia de un padre acongojado, una Barbara medio enloquecida que cabrea a todos sus superiores y no escucha razones y un Linley resignado a quien no le queda otra que acudir a Italia a poner en marcha sus dotes lingüísticas (¿conocéis a algún lord inglés que hable italiano? Yo tampoco, pero en el mundo de Elizabeth George debe ser muy normal). Todo muy en la línea de George, con la diferencia de que la mitad del libro está situado en Lucca, Italia.
El libro, como todos los de esta autora, es más que aceptable en su función de libro de descanso y encefalograma plano, y lo recomiendo a todos aquellos a quien les apetezca desconectar de la vida real con un libro de misterio. Yo lo empecé emocionada porque la protagonista iba a ser Barbara Havers, mi personaje favorito de la serie por irreverente y descarada, pero pronto me encontré a mí misma gritándole al libro cada vez que aparecía en sus páginas. ¿Os imagináis a una agente de Scotland Yard dejando su trabajo para ir a investigar una desaparición por su cuenta? ¿Qué pasaría en la vida real si una persona dejara su trabajo sin consultar a sus jefes y se fuera a Italia a trabajar en un caso, mintiendo y diciendo que va en nombre de Scotland Yard? Estaba acostumbrada a que Thomas Linley le sacara las castañas del fuego y diera la cara por ella, pero precisamente Linley es el último en enterarse de lo que Havers trama (veintipico libros tiene la serie y Havers no ha aprendido todavía que la única persona en el mundo de quien se puede fiar es Linley), y el resto de cabezas pensantes terminan [spoiler ahead] perdonando las irreverencias y las salidas de tono de una Havers que ha perdido la cabeza y el control de sus actos. La mujer llega al punto de contactar a un periodista de prensa amarillista para que saque la noticia del secuestro de Haddiyah y esto, a la larga, se le escapa de las manos y termina como una espada de Damocles sobre su cabeza. Pero al final todo le sale bien. Porque es Barbara Havers y, seamos sinceros, es la favorita de George tanto como lo es mía.
Como digo, buena lectura vacacional, buena manera de desconectar y volver al mundo de las reseñas. Pero el libro tiene un gazapo muy gordo y no he podido disfrutar de él todo lo que me hubiera gustado por fijarme en él todo el rato: a George no le han debido informar de que los ciudadanos europeos no necesitan pasaporte para viajar por Europa. No sé en cuántos momentos se menciona la retirada del pasaporte para impedir viajar a un sospechoso. Este fallo, viniendo como viene de una escritora superventas, me parece garrafal. Con todo lo que me gusta, colleja para usted, señora George.
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