Con El silencio de la ciudad blanca hice una excepción. Me pudo la curiosidad, y es que esta novela está ambientada en Vitoria, y eso no es muy común. La librería de al lado de mi casa tenía el escaparate lleno de ejemplares hace unas semanas, y aún es fácil encontrarla entre los libros más expuestos en las grandes superficies. Claro, la portada muestra una plaza de la Virgen Blanca inconfundible para alguien de aquí, y supongo que muchos han picado (hemos picado) porque no estamos muy acostumbrados a que escriban sobre nuestra ciudad. Así que me compré mi libro de tapas duras, me gasté el doble de lo que tengo costumbre en gastarme en libros y me senté a leer una novela negra de esas de pasar la tarde, feliz con mi té y mis gatos. ¿Mereció la pena el gasto? Voy a decir que sí.
La verdad es que se me hizo muy raro leer sobre Vitoria con el detalle y cuidado con el que Sáenz de Urturi escribe. Todos los asesinatos del libro se descubren en distintos puntos a pocos metros de mi casa, o sea, en el casco antiguo de la ciudad, y la autora describe con detalle lugares que para mí son más que comunes, pero que, claro, alguien de fuera que lea la novela necesita conocer. Creo que ese ha sido mi error, pensar que la novela estaba escrita para nosotros/as, los y las vitorianas, en lugar de ser una novela de misterio más, con sus policías, su sangre y sus giros argumentales, solo que ambientada en nuestra ciudad. Pero es que los investigadores se van de pintxos por los mismos bares que yo frecuento los fines de semana, y cuando lees algo así es muy difícil abstraerte de la realidad y recordar que estás leyendo ficción, no una guía turística sobre los lugares que visitar en Vitoria.
Como novela negra, está bien construida. Un asesino en serie a quien creían encerrado desde hace veinte años vuelve a empezar a matar semanas antes de que el hombre a quien culparon de los hechos salga de permiso de la cárcel. Las víctimas son siempre dos, mujer y hombre o niño y niña, de edades múltiples de cinco y de apellidos alaveses (o sea, compuestos, como el de la misma autora). ¿Está el supuesto asesino convicto detrás de los asesinatos? ¿Ha sido acaso su hermano gemelo? ¿Quién puede conocer los detalles de los asesinatos antiguos, aparte del asesino mismo? Sáenz de Urturi le da más de un giro a la historia, manteniéndonos en vilo hasta la última página; entre medias cuela un rollito romántico entre el policía y su superior, los coloca a todos en peligro, y ¡tachán!, habemos novela. ¿El toque original? Está contado en primera persona desde el punto de vista del investigador principal, en coma porque el asesino le ha pegado un tiro (y no, no es un spoiler porque se cuenta en la primera página). Y es precisamente el destino de este policía lo que más me chirría de la historia, porque su final no me parece nada creíble. Demasiado happy ending para mi gusto (eso sí es un spoiler. Lo siento).
Resumiendo: me ha gustado. Me habría gustado más si me hubiera costado la mitad, pero qué le vamos a hacer, he picado con el marketing. ¿La recomendaría? Sí. Sobre todo si no conoces Vitoria, porque creo que te van a dar unas ganas tremendas de visitar la ciudad. Eso sí, no vengas el 24 de julio de 2016, que es justo cuando empiezan los asesinatos en la novela. Que digo yo, si ese día se encuentran dos cuerpos rodeados de eguzkilores en la catedral vieja, a Eva Gª Sáenz de Urturi le va a dar un pampurrio. Más que nada, por la cantidad de libros que va a vender si pasa. Anda que no se iba a hacer famosa ni nada (toma nota macabra para terminar).