sábado, 29 de enero de 2011

The Road, Cormac McCarthy



Elijo esta portada en lugar de otras muchas con fotos de Vigo Mortgensen porque refleja mucho mejor las imágenes que me ha transmitido el libro: negrura, oscuridad, la nada. Empecé a leerlo con reticencia, no muy amiga de historias apocalípticas, pero he de reconocer que me enganchó desde la primera página y que mis horas se sueño se han resentido esta semana porque, sencillamente, no podía dejar de leer.

La historia es tan simple y tan compleja como uno quiera verla o entenderla. Un hombre y su hijo (sin nombre, sin cara, sin descripción) vagabundean por un mundo que poco tiene que ver con el que nosotros conocemos. Todo está abrasado. Las cenizas cubren cada centímetro de la superficie. El sol no brilla, oculto tras un cielo grisáceo del que cae nieve gris. Las tormentas son mortales en ese mundo sin árboles, sin animales, donde el agua está cubierta de ceniza y el único alimento que puede encontrarse está enlatado, recuerdo de un mundo anterior y civilizado que hace años (¿cuántos?, tantos como el niño tiene, que no se dice) desapareció. En ningún momento del libro se explica por qué ha ocurrido, o quién es el responsable. Simplemente seguimos al padre y a su hijo en un peregrinaje sin esperanza hacia el sur, donde el mar sigue siendo una masa gris llena de ceniza.

No hay un solo nombre propio en todo el libro. No se nos menciona un solo lugar por su nombre, porque todo es una masa oscura, abrasada, inerte. El padre y el hijo huyen de las pocas personas que se encuentran en la carretera; hay caníbales sueltos, se comen a los niños y los cuerpos frescos que encuentran, no pueden correr ese riesgo. Las ciudades -lo que queda de ellas- están llenas de ojos que ven pero no son vistos, y el peligro acecha en cualquier esquina. El niño de vez en cuando pregunta "¿a dónde vamos?, ¿para qué?", y esa es la pregunta que se le queda a una grabada según avanza la historia. La pistola que llevan tiene una sola bala. ¿Para quién será?

Sin duda alguna, este libro permanecerá en mi memoria mucho tiempo. Un solo capítulo, una serie de párrafos entrelazados con dobles espacios, la conjunción "y" presente en cada frase. Una obra maestra de la simplicidad, y a la vez tan compleja como cualquier gran novelón. Ahora me queda la duda de si veré la película o me quedaré con el regusto del libro. Ningún Vigo Mortgensen puede retratar con fidelidad al padre coraje del texto.