sábado, 5 de diciembre de 2009
Saga Crepúsculo, Stephenie Meyer
Lo he hecho. He cumplido una penitencia autoimpuesta, y eso que ni siquiera me he portado mal. Pero tenía que hacerlo. Tenía que saber por mí misma qué era eso tan fenomenal que me estaba perdiendo.
Nada. No me estaba perdiendo nada. Y ahora tengo la cabeza llena de fantasías adolescentes y una tremenda sensación de "la de buenos libros que podía haberme leído estas dos semanas en lugar de este churro".
¿Tengo que explicar que no me ha gustado?
Por regla general, las historias de amor no me gustan, y cuando me embarqué en este libro yo no sabía que la historia de amor era el argumento principal. Ilusa de mí, creía que iba a ser una historia de ciencia ficción con el aderezo de amor adolescente, pero resultó que era justo al revés: hay algunas escenas fantásticas, pero son lo de menos. Lo importante es lo mucho que se quieren los protas y lo bonito que es todo cuando están juntos.
No voy a analizar el argumento, porque con decir "chica humana conoce a chico vampiro vegetariano" ya está todo dicho. Sí, meten por ahí a un hombre lobo para hacer un triángulo amoroso, ponen un poco de tensión con la mafia vampírica y demás, pero la historia es esa, una chica que en los tres primeros libros se debate entre el amor de su vida y el de su mejor amigo (del que, por supuesto, también está enamorada). Todo esto con constantes menciones a Shakespeare, a Jane Austen y demás clásicos (la tía lee a Tennyson, hay que ser pedante), como si la autora quisiera gritar a los cuatro vientos que ha leído libros "buenos", que no se ha dedicado solo a los de vampiros y los romances. No engaña a nadie, y queda bastante patético.
Pero eso no es lo que más me ha molestado del libro. Lo que más me ha jodido, con perdón, es la moraleja que guarda, o que yo encuentro, el cuarto libro. El sueño de Bella, la protagonista, es que Edward la convierta en vampiresa y así poder estar con él por los restos. Quiere renunciar a la universidad, a su familia, a sus amigos, a toda su vida por él. Encima, la pava va y se queda embarazada del vampiro, con lo que el embarazo de un bicho así supone, no digamos ya el parto. Todo el mundo a su alrededor le advierte que debe abortar, que va a acabar con su vida, pero ella insiste en tenerlo. Al final da a luz a un monstruito y su marido (se casan a los dieciocho, por amor de dios) la convierte en vampiresa para salvarle la vida.
Moraleja: deja todo lo que te rodea, no vayas a la universidad, renuncia a tu familia y amigos por el hombre de tu vida, y pon tu vida en peligro para dar a luz a su hijo (porque ese era el problema, ella quería un hijo que fuera de Edward, no cualquier hijo). Ese es el mensaje que se les está mandando a las adolescentes del mundo, sobre todo a las americanas. No sé a los demás, pero a mí me parece peligroso aparte de anticuado. Me parece increíble que lo haya escrito una mujer, y más increíble aún que haya tenido el éxito que está teniendo. Creía que las historias de príncipes azules ya no existían, pero veo que me equivoco.
En resumen: si tenéis más de quince años, no merece la pena. Leed mejor una novela de Harlequín, que ahí por lo menos las escenas de sexo son explícitas, y no un velado beso y "a la mañana siguiente me desperté con plumas en la cabeza: había mordido la almohada".
miércoles, 29 de julio de 2009
Trilogía Millenium, Stieg Larsson
Sí. Me he leído la trilogía de Millenium en poco más de tres semanas. Es lo que tiene el verano, que una tiene tiempo de sobra para leer. Y si encima se mete un viaje de seis horas en tren con película mala incluida, lo mejor es leer. Qué le vamos a hacer, es un vicio muy sano.
Creo que no se puede hablar de la trilogía libro por libro, sino que hay que ver la historia en su conjunto. El primer libro es el más clasicamente negro, con un asesinato y un misterio que resolver; los otros dos tiene más base política, donde no importa tanto quién ha matado sino por qué, y sobre todo por qué no. Personalmente he de decir que la historia me importaba más bien poco (me gustó la del primero porque me gusta tratar de adivinar quién lo ha hecho, pero los otros dos no eran de esos), y he de confesar que si los personajes no se llaman Steve o Harry, me pierdo. Demasiado símbolo raro. Demasiado nombre impronunciable. Demasiadas calles con nombres raros que llevan a plazas con nombres raros. Muy sueca la historia, vaya.
Pero supongo que eso también hay que verlo como una virtud de la obra, ya que ha conseguido poner a Suecia en el mapa de la novela negra. Lo malo es que yo no estoy nada puesta en política sueca y me perdí en el asesinato de Olof Palme, que ya es triste. A partir de ahí, organizaciones secretas que hacen que la CIA parezca un juego de niños, espías rusos protegidos por encima de las vidas de los demás y, sobre todo, una mujer indefensa (bueno, no tanto) a manos de una pandilla de cabrones.
En general, se puede decir que me ha gustado. No tanto la historia, pero sí los personajes y las historias de los personajes, las relaciones entre ellos, las motivaciones. He sufrido con Lisbeth Salander, he apoyado a Mikael Blomkvist en sus investigaciones y hasta me he sentido identificada con Erika Berger en ocasiones. Y, sobre todo, me ha encantado el toque feminista, o de defensa de las mujeres, que el autor le ha dado a toda su obra, donde no hay una sola mujer débil y todos los que alguna vez han maltratado a una mujer salen castigados. Qué pena que no llegara a ver su obra publicada, qué pena que no podamos preguntarle el por qué de esta historia, de dónde surgió todo. Qué pena que nunca lleguemos a saber qué pasó con Camila; quizás había otro libro que pretendía contar la historia de la hermana de Lisbeth Salander. Ya nunca la sabremos. No, al menos, la verdadera, la que se le ocurrió a Larsson, la que cuenta. Le saldrán imitadores, eso seguro.
jueves, 18 de junio de 2009
Marcas de nacimiento, Nancy Huston
Tengo un vicio muy malo que adquirí cuando era apenas una mocosa, y es que no puedo dormirme sin leer algo antes. Cinco minutos, no pido más, pero no consigo amodorrarme si no es acunada por letras, cualquier tipo de letras. A veces elijo libros muy difíciles de leer porque sé que me va a dar el sueño enseguida y así podré acumular más horas de descanso; tengo uno en la mesilla que lleva allí meses, porque no consigo pasar de un par de páginas cada vez que lo cojo, pero es mi colchón para las noches en las que estoy muy cansada. Cuando lo que tengo entre manos es un libro que me engancha, me encanta dormirme pensando en lo que acabo de leer. No es raro que sueñe con la historia, y a la noche siguiente (si es que no me lo he leído de un tirón la primera noche) tengo que hacer un esfuerzo para separar la historia del libro de la historia que yo me he montado en la cabeza.
Ayer terminé Marcas de nacimiento y, más que soñar con la historia, me quedé unos minutos muy largos sin apagar la luz y pensando en lo que acababa de leer. Ya no sólo en el tema, que resumiendo mucho y tratando de no destripar el argumento podríamos decir que hace referencia a los nazis y las aberraciones que estos cometieron, sino en la forma tan estupenda de contarnos una historia que ha ido desarrollándose a lo largo de cuatro generaciones. Los narradores de la historia son cuatro, los cuatro niños y niñas de seis años, pero en momentos muy distintos de la historia. Primero empieza a hablarnos Sol (de Solomon) en el año 2004, y nos encontramos a un niño malcriado e insoportable que a punto estuvo de hacerme dejar el libro del asco que me daba. Aquí ya se nos muestra que hay algo escondido en esta familia, demasiados secretos, demasiados rencores; si no dejé de leer era por la curiosidad que me despertaban las pequeñas miguitas que Nancy Huston iba colocando en el camino. Después nos cuentan la historia de su padre, Randall, en 1982, cuando él también tenía seis años, y más tarde descubrimos a su madre, Sadie, a la misma edad. A estas alturas, mis mañanas eran cada vez más difíciles porque se me hacía muy duro dejar el libro por la noche y abandonar a Sadie y Erra (o Krystyna, o Krysta, o GG), su madre. Pero al final le llega el turno a la última, y la historia de la niña Erra, además de cerrar todos los flecos y aclarar todas las incógnitas que se habían dejado abiertas antes, me deja con la boca abierta y una pena tremenda por haber acabado un pedazo de libro.
La historia está contada desde el final, y es eso precisamente lo que le da la magia que de otra forma la convertiría en otra novela más sobre los nazis y sus barbaridades. Es única, y ha sido un bálsamo después de varios chascos literarios que me hubiera gustado no haber leído; sin duda, uno de mis libros favoritos que va a ir a ocupar su lugar entre Al Este del Edén y Middlesex. La pena es que se haya acabado tan rápido y que yo sea de esas a las que se le tiene que olvidar una historia para poder volverla a leer. Si no, mañana mismo empezaba de nuevo.
domingo, 14 de junio de 2009
Me muero por ir al cielo, Fannie Flagg
La portada no deja lugar a dudas: la autora de este libro es la creadora de Tomates Verdes Fritos, y nos habríamos dado cuenta de ello aunque no lo anunciaran a bombo y platillo con letras casi más grandes que las del título. Para aquellos que leyeron ese primer best-seller, el estilo de Fannie Flagg se les hará familiar, y nunca mejor dicho: su escritura es como los cuento de las abuelas, como si estuvieras en el salón de su casa tomándote un colacao calentito y escuchando sus batallitas. Flagg se centra en los detalles, que describe con minuciosidad pero sin detener la acción, dándote la sensación de estar en el Sur de Estados Unidos rodeado de todos los personajes que habitan un pequeño pueblecito de Missuri. Todo se centra en una mujer, Elner Shimfissle, y en la reacción de un pueblo cuando creen que Elner ha muerto.
No es un libro que te enganche desde la primera página, a no ser que te gusten las historias en las que no pasa nada hasta casi la mitad. La acción se ve detenida constantemente por regresiones y recuerdos, hasta que empiezan a salir a flote pequeños detalles que pican tu curiosidad. Una pistola en el cesto de la ropa, un zapato en una azotea... Pinceladas de un pasado, futuro y presente que no queda completamente claro hasta el último capítulo del libro, como ya ocurriera con Tomates verdes fritos. Quizás ese sea su mayor pecado, el de vivir de las rentas de ese libro; aunque los personajes y la historia no tienen absolutamente nada que ver, el final recuerda demasiado a esa historia para ser casualidad. Es como si a Flagg se le hubieran acabado los ingredientes a la mitad del libro y hubiera decidido echar mano de una receta ya conocida.
No me arrepiento de haberlo leído, pero probablemente no vuelva a comprarme un libro de esta autora. Me gusta su estilo, aunque a veces peque de empalagoso, pero no me gusta leer historias recicladas cuando hay tanta cosa buena esperando ahí fuera. Tomates verdes fritos es uno de mis libros favoritos, pero no me gusta leer la misma cosa disfrazada bajo títulos distintos.
viernes, 6 de marzo de 2009
Un trabajo muy sucio, Christopher Moore
El viernes pasado me dio por ir a comprar libros. No sabía qué me apetecía leer, ni tenía ninguna idea preconcebida sobre lo que quería comprar, sólo sabía que debía ser en castellano -original o traducción- y, a poder ser, en edición barata por si no me gustaba. Volví a casa con nueve libros. El último que cayó en la bolsa, después de muchas consideraciones, fue Un trabajo muy sucio.
Lo compré por el precio y porque había oído hablar del autor en algún sitio, pero a punto estuve de no hacerlo por la horrorosa portada y la sinopsis de la parte de atrás. El que el único comentario positivo que aparece en el libro esté sacado de la revista playboy tampoco me ayudó demasiado. Aún así, me dejé llevar y me dije que me vendría bien reírme un rato, disfrutar con el humor facilón de un americano super ventas. Y acerté.
Un trabajo muy sucio es la historia de un hombre, Charlie Asher, que se convierte en muerte el día en el que nace su hija. En muerte, sin mayúsculas y sin artículo, porque La Muerte desapareció hace miles de años y lo único que abunda en la Tierra son Mercaderes de la Muerte, que se encargan de recoger las vasijas del alma: objetos inanimados que contienen almas inmortales. Gracias a ellos, esas almas encontrarán otro dueño que podrá llevarlas un estadio más allá, y sólo la persona correcta podrá poseer un alma determinada. Por supuesto, todos los Mercaderes de la Muerte con los que Charlie se topa son vendedores de segunda mano, como él mismo, para que las almas encuentren su reencarnación. Su trabajo no es fácil, ya que tiene que evitar que las almas caigan en manos de los seres del inframundo que pululan por la ciudad de San Francisco.
No es difícil hacer una lectura algo más profunda de este libro y darse cuenta del subtexto social que trata de reflejar. En el Tibet, las almas se ven dentro del cuerpo, pero en Estados Unidos, tierra capitalista por excelencia, son las posesiones las que nos dan nuestra alma. Nacemos como vasijas vacías, seres humanos sin alma, y sólo cuando estamos preparados recibimos la que nos toca. La gente puede morir sin haber tenido nunca alma. Las almas son finitas y cada uno está predestinado a una sola. Los Mercaderes de la Muerte no son seres malignos, sino instrumentos del más allá (de una fuerza que no se explica, que se mantiene como misterio) que aseguran que las almas encuentren su lugar.
Todo esto aderezado con un lenguaje sencillo, ironía y golpes de risa constantes y personajes muy definidos, hacen de este libro una opción perfecta para un fin de semana en el que no nos apetezca leer nada más denso que las páginas amarillas, aunque a su vez intuyendo que el autor ha tratado de esconder algo más allá. Mereció la pena la compra, y sé que estaré buscando otras oportunidades de este actor cuando me vuelva a dar por comprar libros... Dentro de un par de meses, quizás.
domingo, 8 de febrero de 2009
The Wheel of Darkeness, Douglas Preston and Lincoln Child
When your mind is busy with facts, dates and titles, the only thing you feel like reading is something that will let your mind wander without missing a bit of what't happening in the pages. The Wheel of Darkness is such a book, a story you can read without effort, a real page turner that won't let you put it down until you have finished it, but that won't let much of a trace on your mind when you're done with it. Exactly what I needed right now.
FBI agent Aloysius Pendergast has taken his ward, Constance Greene, to a secluded oriental monastery so she can recover from the horrible experience of the murder of Diogenes Pendergast, Aloysius' evil brother, who seduced her and got her pregnant before she realized that his only intentions were to hurt his older brother. But not all is peace and quiet in the monastery, for someone has stolen the Agozyen, an evil object whose aim is to cleanse the world of its most dangerous burden: human kind. Pendergast will have to recover it from a murderer who is hiding in a luxury ocean-liner, only to discover that he is not inmune to the dangers of the mysterious object hidden in the Agozyen box.
Agent Pendergast is the most interesting character Preston and Child have been able to create in their more than half a dozen novels together. He grows more interesting as the novels advance, giving the impression that his creators didn't have a clear idea of how they wanted him to be in the first couple of books. Highly intelligent, cool, always resourceful, he is as unbelievable as the perfect James Bond, but there's something about him that attracts readers and makes us want to know more about this man and his story.
Worthy read if you like thrillers with a touch of sci-fi, although maybe not as brilliant as The Cabinet of Curiosities, where we are introduced to the Pendergast family secrets and begin to know this man a little more. I would advice you to read at least this book before you embark yourself in the Pendergast universe, or it will be difficult for you to understand a few concepts in this last novel. Open your mind to impossible things, to people who look to be twenty-something when their actually a few hundred years old, to misty bodies of smoke who will take away your soul if you are not strong enough... A nice way to spend away an afternoon, if you don't expect deep insights.
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